Como ya pudimos ver en el artículo anterior, el estrés genera una serie de reacciones emocionales tales como la ira, la apatía, la ansiedad, la depresión o la desesperanza, entre otras. Cada persona tendrá una emoción u otra dependiendo de sus características personales y también de las circunstancias, contexto y momento en el que se encuentre. Incluso puede sentir varias a la vez o en el mismo día.
Hoy, vamos a hablar de una de esas reacciones emocionales, la ansiedad. Una palabra muy conocida y también, "temida por todos". Seguramente tenga más connotaciones negativas de las que se merece, veamos por qué.
Desde las cavernas, cada vez que hay un peligro, la ansiedad aparece en el ser humano. Esa aparición es innata y tiene como misión la supervivencia. Cuando nos encontramos en peligro el circuito de la ansiedad se dispara
haciendo que reaccionemos de forma eficaz para sobrevivir. De este modo, podemos valorar que la ansiedad es útil y prepara a nuestro organismo para la acción, bien para luchar o bien para huir.
En la especie humana, el grado de desarrollo alcanzado por el mecanismo de supervivencia de la ansiedad es realmente
espectacular. Sin embargo,
también puede ocurrir que la ansiedad nos traicione. Eso ocurre en
dos tipos de circunstancias:
1) cuando la ansiedad aparece ante
situaciones totalmente inocuas, que no suponen ningún tipo de amenaza o, por lo menos dicha amenaza es escasa.
2) cuando la ansiedad es tan desproporcionada que nos impide ejecutar bien la tarea.
Si cualquiera de estos dos puntos te resultan muy familiares, sería recomendable que comenzases a trabajar sobre ello...OBJETIVO: que la ansiedad no se convierta en una enemiga y te siga haciendo daño.
Recuerda que no se trata de eliminar la ansiedad, no se puede y, además, podría ser perjudicial para nuestra salud. Se trata de reducir su frecuencia e intensidad y saber gestionarla cuando sea necesario.
Tú decides si quieres que sea tu amiga o enemiga...
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