A continuación se van a exponer una
serie de situaciones, te invito a que las leas tranquilamente. Una vez las
hayas leído, valora en qué medida te suceden o te han sucedido.
o Has terminado de comer, te has tomado un plato
completo y abundante y, a los 10 minutos, te entran unas ganas irrefrenables de
comer algo más, generalmente dulce.
o Te descubres como un/a autómata buscando,
desesperadamente, chocolate por la casa, en cada uno de los armarios, en la
despensa, ...
o Estás en el sofá, descansando y no dejas de pensar
en la bolsa de patatas fritas que tienes en la cocina. No te puedes concentrar
en otra cosa, sólo tienes en tu cabeza un puñado de patatas fritas que no dejan
de darte vueltas. Una y otra vez, tú te dices que no debes comerlas pero no
puedes evitar ir a buscarlas. Encima, si
terminas comiéndotelas, te sientes culpable.
o Te ha ocurrido algo estresante o triste en el trabajo, con tu pareja o
tus amigos/as, llegas a casa y lo único que deseas es tomar algo dulce o cualquier
otro tipo de comida "rica". No tienes hambre, sólo es deseo y buscas
comida de forma compulsiva, ...
o Te das un atracón mezclando distintos tipos de comida, sin pensar en
las consecuencias y en lo que estás comiendo. No eliges, sólo comes.
o Se te cierra el estómago cuando tienes alguna preocupación y te
alimentas con muy poco durante un día entero.
Si te ves reflejado/a
en alguna de estas situaciones o tienes algún familiar en el que ves estas
situaciones de forma frecuente, probablemente te interese seguir leyendo este
artículo.
Hay muchas personas que se pasan la
vida entre dietas y prohibiciones, pensando que tienen un problema con la
alimentación, cuando su verdadero problema lo tienen con sus emociones. Las
situaciones que se han mencionado y otras similares son señales que pueden
estar indicando una gestión incorrecta de las emociones, no es hambre.
¿A qué llamamos
alimentación emocional? Como indica su nombre, la alimentación emocional es "comer atendiendo a cómo se encuentran mis emociones". Es comer para consolarse, por estrés, aburrimiento, soledad, frustración, felicidad o como respuesta a
otras emociones en lugar de comer para nutrirse o porque realmente se siente
hambre. Cuando no sabemos canalizar bien nuestras emociones, intentamos mejorar
nuestro estado emocional, en este caso con alimentos. La alimentación
emocional ocurre cuando no sabemos diferenciar entre el hambre y las emociones. Es fundamental que el momento de la comida nos provoque bienestar,
pero esa sensación no debe confundirse con una herramienta para calmar todas
las emociones.
¿En qué se diferencia
la alimentación emocional y el hambre?
En general, la
alimentación emocional llega rápidamente, sin aviso. Suele desencadenarla un
hecho concreto o un cambio de humor, se sacia normalmente con un alimento
específico, poco saludable. Por el contrario, el hambre se acumula lentamente, es
el resultado de tener el estómago vacío y puede satisfacerse con una gran
variedad de alimentos.
A
lo largo de nuestra vida vamos haciendo muchas asociaciones entre las emociones
y la comida. En las películas se ha asociado frecuentemente el malestar con la
ingesta de comida calórica. Hemos visto mil veces a un protagonista
(generalmente mujer) que ante el
desamor, se toma una tarrina de un kilo de helado con el objetivo de llevar un
poco mejor ese malestar y desahogarse.
Es
fácil también ver como padres, madres, abuelos/as recompensan el buen
comportamiento de los niños con chucherías, helados o dulces. Así, el valor simbólico de esta comida poco
saludable se vuelve mayor.
Una alimentación emocional es poco
saludable porque...
- Provoca que se consuman más calorías de la cuenta y, a largo plazo,
aparezca sobrepeso u obesidad.
- Puede generar sentimiento de culpa al no ser capaz de frenar esos
impulsos, unos impulsos que están haciendo daño a tu cuerpo.
- Hace que al confundir las emociones con hambre, comas pero no
soluciones realmente el problema emocional de base porque no eres consciente de
lo que te pasa.
- Puede hacer que te sientas mejor durante un breve período de tiempo,
pero no resuelva ningún problema.
Es importante acudir a un profesional cuando comer a escondidas, comer más
cantidad cuando estás triste o sentirte culpable se convierte en algo habitual
en tu vida. Aprenderás a canalizar tus emociones.